El final del verano llegó y con él el síndrome postvacacional.
Los meses de confinamiento, la falta de libertad, la incertidumbre presente y el miedo a la enfermedad, al sufrimiento o a la falta de trabajo han hecho que la mayoría llegásemos a este verano exhaustos, con más necesidad que nunca de vacaciones, de desconexión, pero como dice la canción, “el final del verano llegó” y hay que volver, volver a la rutina de la casa, a las clases (presenciales o virtuales) o al trabajo en la oficina, el hospital, la fábrica, la calle o el comercio, sea donde sea, todos tenemos que volver.
El estado de desconexión que proporcionan las vacaciones permite que el cerebro, como el resto del organismo descanse, se repare, genere nuevas conexiones, funcione libremente, sin el esfuerzo de las prisas y presiones por la realización de más tareas de las que el calendario permitiría de manera objetiva y esto nos gusta, nos gusta mucho más que el esfuerzo del trabajo diario ¿Quién no ha deseado alguna vez que le tocase la lotería para no tener que volver a su rutina? ¿Quién no ha deseado alguna vez vivir permanentemente de vacaciones?
Sin embargo, la realidad es que todos necesitamos volver a la rutina y esto exige de un proceso de adaptación, cuando este proceso se produce con dificultades, cuando el organismo responde con exceso de activación a las demandas que el entorno de la nueva rutina requiere, cuando responde con síntomas como los del estrés, respiraciones rápidas y de baja amplitud, aumento de la frecuencia cardiaca, malestar digestivo, aumento de la tensión muscular, tristeza o apatía podemos estar enfrentándonos al “síndrome postvacacional” y es que el organismo percibe como una amenaza las tareas y situaciones a las que la rutina diaria le vuelve a exponer.
La percepción de estos síntomas suele tener una duración de 2 ó 3 semanas como mucho ya que, enseguida, el organismo percibe que los estímulos que recibía como adversos son los de “siempre” son viejos conocidos y que sabe convivir con ellos, poco a poco la realidad de las vacaciones va quedando atrás y las demandas de la vida laboral dejarán de ser potenciales agresores para volver a ser nuestro entorno natural, ese entorno que aunque sea menos placentero que el vacacional, nos permite movernos más o menos a gusto y donde nos manejamos con comodidad.
Sin embargo, en ocasiones, esa sensación de agobio, ese malestar con la rutina no desaparece en pocas semanas y puede convertirse en estrés agudo, manifestándose con más intensidad y más duración los síntomas previos: palpitaciones, hiperventilación, tensión muscular, ansiedad, insomnio, cefaleas o depresión.
Igual que nos sumergirnos lentamente en el agua helada del río, para prevenir un shock, si queremos prevenir el síndrome postvacacional, hemos de volver a la rutina poco a poco, dedicando los días previos a recuperar los ritmos y horarios de sueño, de comidas o las rutinas de ejercicio físico. Si durante las vacaciones no hemos cometido excesos a ese respecto, no nos costará tanto mantenerlas a la vuelta.
Una vez en el trabajo, acometer en primer lugar las tareas destinadas a la organización de otras tareas, permitirá tener una visión objetiva del escenario al que nos enfrentamos y dirigir nuestros esfuerzos según nuestras capacidades e intereses. Programando en la medida de lo posible aquellas tareas más gratificantes así como programando tareas de cumplimiento posible dentro de la jornada laboral para no tener que prolongarla ni tener que terminar el trabajo en casa, en definitiva, poniendo en práctica todo lo que sabemos sobre la gestión del tiempo.
Otra vez fuera del trabajo, debemos recuperar las relaciones sociales y familiares que han quedado aparcadas durante las vacaciones, siempre manteniendo las medidas de seguridad necesarias para mantener al coronavirus a raya, claro.
Todo esto sin olvidarnos de la piedra angular de la calidad de vida y el bienestar: las técnicas de relajación. Si los síntomas del síndrome postvacacional son fisiológicos, aprendiendo a controlarlos, aprenderemos a tener bajo control el síndrome: aprende a controlar tu tensión muscular, aprende a mantener una máxima coherencia cardiaca, aprende a controlar tu respiración y habrás aprendido a controlar los síntomas del síndrome postvacacional.
Como siempre, si necesitas ayuda, cuenta con la nuestra.