El vínculo que se establece entre el niño y sus cuidadores primarios (normalmente madre y padre) en los primeros meses y años de vida, es lo que en psicología se conoce cómo la relación de apego.
Diversos estudios han demostrado que la calidad de este vínculo está relacionada con la futura salud mental del niño. Por ello, es necesario que los padres posean un adecuado conocimiento de las acciones que le pueden afectar tanto positiva cómo negativamente, qué es aconsejable realizar y qué es necesario evitar hacer para que su hijo sea un adulto sano.
Así, alguna de estas conductas o formas de comunicarse a evitar por parte de los padres, pero que son muy utilizadas en nuestra sociedad, son las siguientes:
– Invalidación de la petición de apoyo y comprensión. “Ahora no me molestes con tonterías”
– Negación de la percepción del niño de eventos familiares. “No estábamos discutiendo, solo hablando”
– Comunicaciones culpógenas. “Si sigues portándote así, tu padre se enfadará”
– Invalidación de la experiencia subjetiva del niño: Negar los sentimientos que pueda tener el niño, sobre todo los negativos. “No te enfades por esa tontería”,
– Amenazas: Sobre todo las de abandono, “si sigues así me marcho”
– Críticas improductivas: “Es que eres tonto/malo”
– Intrusividad y lectura de la mente: No permitir que los hijos guarden secretos. “Me lo tienes que contar que soy tu madre”
– Comentarios paradójicos, desalentadores, inductores de vergüenza, etc. “No te da vergüenza portarte así, eres un desastre”
– Comunicaciones que cuestionan las buenas intenciones: “Qué mimoso, esto es que quieres algo”
– Comentarios que niegan el derecho de los niños a tener opinión: “Tú te callas que aquí mando yo”
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